miércoles, 30 de marzo de 2011

día uno: paciencia


Hoy aparentemente no ocurrió nada trascendental en mi vida, tal vez que uno considere digno de contar en un blog; me levanté algo tarde, mi cama me seducía como todos los días a quedarme "un ratito más", pero mi obligación de empresaria me decía al otro oído "levántate floja"!!!

Asi que, después de un baño rápido y un desayuno de proteína con leche, me alisté para salir. De pronto algo me detuvo. Fue la sensación tan agradable de haber empezado a escribir ayer este blog y, de alguna manera, mi "compromiso" conmigo misma, con el ciberespacio y, porsupuesto con Dios de continuar haciéndolo día tras día. Entonces vi que no era necesario salir en la mañana a la oficina, para eso tenía esta maravillosa laptop que me permitía trabajar desde mi casa.

Con esta tranquilidad, tomé la Biblia y econtré esta cita que calzaba perfectamente con algunos problemas que estaba pasando con mi esposo: Colosenses 3, 12-17
"Dios los ama a ustedes y los ha escogido para que pertenezcan a su pueblo. Vivan, pues, revestidos de verdadera compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia. Tengan paciencia unos con otros, y perdónense si alguno tiene una queja contra otro (...)" Aquí me detuve un momento, pues vi con claridad que Dios me hablaba a mí. Recordé además que cuando le pides a Dios que te favorezca con alguna virtud como por ejemplo "paciencia con tu esposo, con tus padres, hijos, etc..." no te da una píldora de "paciencia" que hace que de la noche a la mañana te transformes en la persona más comprensiva y pacienciente del mundo, sino que te enfrenta ante una situación en la que te demuestras a tí mismo cuán paciente puedes ser.... y esto al final te hace crecer y madurar.

Eso era, hacía un par de días me sentía la persona más desdichada del mundo, la más "miserable" de todas, todo a raíz de una incomprensión con mi esposo, algo que "no era capaz de sacar frente a él".

Y continuaba la cita: (...) Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes. Sobre todo revistanse de amor, que es el perfecro lazo de unión. Ví que también tenía que perdonar o "aprender" a perdonar y dejar atrás algunos rencores guardados, y que si quería ser perdonada por otros por mis errores, debía también aprender a perdonar a los que me habían hecho sentir "miserable y desdichada"...

(...) Y que la paz de Cristo dirija sus corazones, porque con este propósito los llamó Dios a formar un solo cuerpo. Y sean agradecidos. (...)

Después de un tranquilo día de trabajo, felizmente sin mucho estrés,  me reuní con dos amigas que no veía desde hace tiempo. Dios sabe frente a quién o quiénes ponerte cuando lo necesitas.

Llegué a la casa y el encuntro con mi esposo fue mucho más llevadero. Digamos que, al fin de cuentas, este no fue un día sin nada extraordinario. Ya nada puede ser ordinario si sabes en quién te apoyas y hacia dónde vas.

Y mañana, será otro día extraordinario igual que hoy.

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