El libro de Siracides (Eclesiàstico) es un libro hermoso. Habla sobre la confianza en Dios, la sabiduría en cada uno de los aspectos de nuestra vida, acerca del amor a los padres, a los hijos, sobre la humildad, ayudar a los pobres, entre otros temas que verdaderamente te tocan profundamente, sobretodo por la forma como está escrito.
El día de hoy estuve pensando mucho acerca de las decisiones. Estamos a punto de comprar un carro pues hace una semana decidimos ir a vivir al campo; sin embargo el tema del carro también nos llevó a una discusión y eso me puso en duda. Pero nuevamente entró la emoción por parte de los dos, fuimos a ver los modelos y tal vez lo decidamos estos días. También vamos a empezar a ver terrenos fuera, entre otras cosas como hacer crecer nuestro negocio para generar más ingresos y tiempo para los dos, ya que hemos planificado tener familia este año sí o sí.
Y a pesar de la emoción que uno siente cuando estás a punto de hacer grandes cambios en tu vida, también surgen los temores, las indecisiones, o la inercia de volver al día a día y dejar atrás todos los planes.
Es por eso que empecé por tomar una decisión acertada: consultarle todo a Dios. Con esto, tomé la Biblia y me llevó al libro de Siracides.
Voy a compartir un poco lo que el Señor me habló:
Primero me habló de la confiaza que debo depositar en él. Si uno tuviera suficiente fe, podría hacer mover una montaña, y esto lo dijo en serio. Me habló también de la humildad, de ser más humilde y humillarme más aun cuando tenga más éxito, cuando sea más importante. Me dijo que no aspirara cosas que no pueda hacer yo sola con mis capacidades, que no abarcara mucho sino que me concentrara en lo que él me ha dado como trabajo y misión. En el fondo sentí que me está preparando, que nos está preparando a mí y a mi esposo en humildad, en sabiduría, en aprender a diferenciar lo escencial de lo mundano.
Puedo tener hoy un auto y una casa linda en el campo, pero mañana puedo no tenerla y aun así sobrevivir; pero si me pierdo a mí misma, no sobreviviría jamás. ¿De qué me servirían entonces los logros, reconocimientos, pasar 12 horas en la oficina y ser más "productivo" para un jefe o negocio, si no podemos conocer los problemas de nuestra familia, si no podemos dialogar con nuestra pareja, si no podemos ver crecer a nuestros hijos, compartir con ellos y amarlos?
Comprendí que Dios me decía que la felicidad no nos la va a dar un auto nuevo, sino hacer las cosas por amor, de esta manera es como debemos tomar cada una de nuestras decisiones. Un auto nuevo no es malo, pero sí lo sería si con él nos vanagloriamos o desprestigiamos a quienes tienen algo más humilde. Dios da y Dios quita; es él el que decide qué darnos y qué no darnos aun.
Pidamos en nuestras oraciones por sabiduría, por discernimiento, por humildad. Si Dios quiere que mi esposo y yo seamos en el futuro una familia acomodada, sé que su mirada estará puesta siempre sobre las decisiones que tomemos frente a otros que tienen menos y frente al amor que se debe cultivar diariamente, tanto entre nosotros como con "Dios" entre nosotros.
Siracides 3, 17 - 29
Siracides 11, 10 - 28
Hijo mío, no emprendas muchas cosas a la vez; si son demasiadas, te perjudicarás; aunque corras, no las conseguirás y no podrás librarte más de ellas.
Hay quienes se fatigan en el trabajo, se agotan y se atormentan y se encuentran más pobres que antes.
Otros son débiles y vulnerables, sin recursos y carentes de todo, pero el Señor los mira con ojos favorables.
Los saca de su abatimiento y les hace levantar la cabeza, a tal punto que muchos se maravillan de ello.
Prosperidad y mala suerte, vida y muerte, pobreza y riqueza, todo viene del Señor.
Los que son fieles pueden contar con la generosidad del Señor, su benevolencia los guiará siempre.
Piensa en la suerte de un hombre que se ha enriquecido a fuerza de cálculos y de economías.
A lo mejor se dice a sí mismo: "Tengo bien ganado el descanso, ya puedo vivir con lo que he adquirido". Pero no sabe el tiempo que le queda, morirá y se lo dejará todo a otros.
Sé fiel a tu trabajo, conságrale tu vida y continúa con tu labor hasta tus días de ancianidad.
No te escandalices por el éxito de los pecadores; pon tu confianza en el Señor y persevera en tu labor. Es fácil para el Señor hacer rico al pobre en un instante.
La bendición del Señor recompensará a sus fieles: de repente, sin hacerse anunciar, trae sus frutos.
No digas: ¿Qué me falta, qué más podría tener o desear?
No digas: "Tengo todo lo que necesito, ¿qué desgracia podría ocurrirme ahora?"
En los días buenos se olvida uno de los malos, en los días malos no se acuerda más de los buenos.
Aun cuando esté cerca el fin, es fácil para el Señor darle a cada uno según cómo ha vivido.
La hora de la prueba hace olvidar todos los placeres, al acabarse la vida de un hombre es cuando sus acciones se aprecian.
No proclames feliz a nadie, mientras la persona no esté muerta: la conocerás sólo al final.
No hay comentarios:
Publicar un comentario